Gracias a Dios
Gracias a Dios, y a la rezada de muchos, mi operación de cataratas ha sido un éxito. Me he sentido querida por mis hijos y mis amigas y veo, increíblemente bien. Es apabullante lo hermosos que están los árboles cobrizos que se ven desde mi terraza y los vivos colores de mis jerseys que colocaba en la parte del armario más cercana a la ventana a ver si así conseguía distinguirlos mejor. Un poco cegata la verdad es que he estado mucho tiempo. La cobardía y la abnegación a partes iguales me hacían
no poner el remedio necesario.
Nunca olvidaré la hermosa luz de mi cuarto de estar cuando a las 11 de la mañana del miércoles 1 de diciembre, mi hija Marta me quitó el parche del ojo derecho. La magnífica impresión no puede contarse. Queda – como todo lo que vale - entre Dios y uno. Al preguntarle la tarde anterior al Médico que cuantos días me costaría recuperar la visión, me dijo dos o tres días.. Vamos que iba a ser una cosa paulatina. No señor, fue instantánea y radiante. Sentada frente al gran espejo dorado – herencia del XIX – vi el marco brillando al sol. Otro rayo de sol iluminaba la tabla – otra herencia, de la misma fecha - en la que estaban pintados María, José y el Niño en la cueva de Belén. Empezaba diciembre… Hacía mucho tiempo que no había visto las paredes tan blancas, y el cielo tan azul.
Pensé, inmediatamente, que cosa tan fantástica tiene que ser llegar al cielo.
y comprendí, con mayor hondura, las palabras de San Pablo: “Ni ojo vio ni oído oyó , ni pasó por pensamiento humano, lo que Dios tiene preparado para los que le aman.”
Ni siquiera hubo que limpiarme el ojo de pomada, estaba limpio. Mi encuentro con la luz no fue en una impersonal y destartalada clínica, fue en el corazón de mi casa. En ese generoso, mimado y vivido salón cuarto de estar de mi casa, donde todos los años se pone el Belén y en el que sea llorado y reído. En el que han pasado tantas cosas.
1 Comentarios:
¡Qué alegría! Con la cantidad de cosas que usted nos ha ayudado a ver.
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