11 diciembre, 2010

Libros nuevos

Comparto con Santa Teresa, aunque solo sea eso y desde luego antes de tomarse a Dios en serio, la ilusión por los libros nuevos. Por los libros que esperan ser leídos. La santa, de jovencita, “sin ellos, no tenía contento”. Algo así me pasa a mi, de viejecita. Siempre, un para de libros nuevos deben esperar su turno, sobre un antiguo “recado de escribir” - ¿se llama así? - una caja grande de madera con incrustaciones de latón, en cuyo interior hay un atril y las hendiduras necesarias para guardar palilleros y plumillas. Me sirve de mesita baja, junto al orejero provisto de buena luz, y está siempre atiborrado con los mandos de la tele y dvd, el cenicero de Juan.. un desmadre.

Si mi abuelo Gregorio decía alegrmente: “ no cabrían en esta habitación la cantidad de pollos que me he comido en mi vida”– el pollo entonces era un manjar - Algo así podría decir yo del número de libros que llevo echados al coleto. Mi abuelo y yo decimos esto con agradecimiento. Y yo añado, en mi caso y en el suyo: esperando a Godoy.

Los dos libros que ahora llevo entre manos son: “La Columna de hierro” de Taylor Caldwell y “Diálogos con Pablo VI” de JeanGuitton.

De éste último copio, traducidos, unos versos que en francés dijo Monseñor Montini a Jean Guitton:

“Ve por tu camino sin inquietarte más / el camino es derecho y no tienes más que subir / Trayendo de orto sitio el único tesoro que vale”

“Sí, conserva toda esperanza sobre todo. / la muerte allá abajo te prepara un lecho de alegría.”

Y sigue contando Guitton: Luego mirándome con esa misma sonrisa angélica, como he dicho, pero un poco sibilina añadió:

“Sencillo como un niño, ¡sube la cuesta¡”.

Guitton sigue contando:
Y desapareció. Daban las tres en los relojes. El sol comenzaba a inclinarse. La mañana había terminado. Tal fue nuestro primer encuentro un 8 de septiembre.

Me ha encantado: “Sencillo como un niño, ¡sube la cuesta¡”.
La cuesta que le esperaba, a quien sería Pablo VI, sería una señora cuesta.