12 diciembre, 2010

La madre

Jean Guitton, en su libro “Diálogos con Pablo VI, cuenta cosas hermosas sobre las madres. Lo hace a propósito de hablar de la de Pablo VI. Es reconfortante oírle y sobre todo transmitirlo a las madres de hoy. Para que no pierdan pie. Para que no se dejen roturar por una corriente de opinión, contraria muchas veces, no solo de lo intrínsecamente femenino, sino a lo que es la vida misma. Durante siglos, las madres, y de modo especial las de los grandes hombres, han tenido un papel decisivo en la vida de sus hijos. Su abnegada y a veces callada presencia en el hogar, les ha conformado. Les ha dado seguridad Los ha hecho valientes y fuertes..

Dice Jean Guitton:

“No se por qué, cuando leo una biografía ( la de Leonardo da Vinci, la de Cohete, o la de Teresa de Ávila, por ejemplo) me planteo la cuestión de saber quien era su madre: cómo eran su naturaleza, su palabra, la profundidad de sus silencios. Racine tenía trece años cuando perdió a su madre. Pascal tenía tres años. Los genios privados de su ternura primera, a veces tienen acentos de ardor desesperado.
La vida de un hijo y de una madre, sobre todo de un hijo dado al estudio, es una extraña aventura desde los días en que éramos un poco de carne en sus brazos y el momento final, un poco melancólico, en que nos paseábamos con ella envejecida pero aún joven, en algún Concesio, en una larga avenida, done ella era como una hermana mayor, un ángel, una imagen velada, enigmática y profética, de nosotros mismos.
Llega por fin el momento, si la madre ha muerto antes de tiempo, en que habiéndola superado en edad, somos más viejos de lo que era ella y tenemos una experiencia más larga de la vida. Entonces he comprendido que una madre no tiene edad. O más bien que, sustraída a una duración que desgasta, sigue siendo siempre una madre joven. A la Virgen es muy difícil imaginársela vieja.”

¿A qué valía la pena contar esto hoy que es la Guadalupana?. Seguiré con el libro.. Me será difícil dejar de copiar.