26 noviembre, 2010

Apuntes: “Confesiones” de San Agustín (I)

Milán, 1 de enero del año 385

“Sentía unas enormes ganas de triunfar, de ser rico, de casarme. Estos deseos no alcanzados me hacían también sufrir.
¡ Era un miserable yo entonces¡ Dios debió de hacer aquello para que advirtiese mi propia miseria: el día en que ocurrió lo que voy a contar, me estaba preparando para recitar el panegírico del emperador Valentiniano y la emperatriz Justina, ante toda su corte. Me habían elegido a mi ese año y estaba dispuesto a mentir lo que hiciese falta; adulándoles en mi panegírico estaba seguro de conseguir apoyo y ayuda. Estaba nervioso e inquieto con esa preocupación, hacía proyectos fantásticos y me calentaba la cabeza pensando en mi futuro.
Pero al volver y pasar por una de las calles de Milán, me fijé en un pobre mendigo que, despreocupado de todo – eso me pareció -, reía feliz. Yo entonces interiormente lloré. Me acompañaban unos amigos y les dije que era nuestra ambición la que nos hacía sufrir y nos torturaba, porque todos nuestros esfuerzos, como ese deseo de triunfar que me atormentaba, no hacían más que aumentar la pesada carga de nuestra infelicidad.”

Seguiré pasando fichas a máquina de las “Confesiones” de San Agustín que leí hace años.