19 octubre, 2010

Reflexión a propósito de la lectura de“La bien plantada”

Gracias a uno de mis hijos, he pasado un buen rato leyendo “La bien plantada”, una de “Las Oceánidas” de Eugenio dÒrs. En parte, porque describe bien un ambiente que de alguna manera he vivido. Aunque el autor nace en 1881, y yo estaba “entonces en la mente”, según me decía mi padre cuando le preguntaba sobre mi anterior existencia, antes de la revolución de París de mayo del 68 - “haz el amor y no la guerra”- , en el trato entre chicos y chicas, había una fuerte componente de respeto y admiración por ambas partes. La componente espiritual – humana - era importante. La televisión y el post- capitalismo no habían hecho todavía estragos en la relación entre ellos, y ésta podría ser, de alguna manera, como la de Adán y Eva antes de la caída. Existía en ella, por así decir, un cierto estado de gracia. Si cabe, más acusado en el varón, que veía con claridad en la mujer a quien, para bien o para mal, podía dirigir en buena parte su vida. Para los chicos, y para sus madres, encontrar una buena chica era importante. Las había capaces de arruinar una vida, las películas daban buena cuenta de ello. En ese contexto, Domenico Modugno, cantaba lo de “Tu eres la estrella que alumbra mi ser / yo sin tu amor no soy nada”. En otro registro, bastante más años después, diría el Papa Juan Pablo II: “Dios a ha puesto al hombre, en manos de la mujer”. En el tiempo, entre ambas citas un slogan lúcido: “ Si se corrompe a la mujer, se corrompe a la familia y si se corrompe a la familia se corrompe a la sociedad.”. Aunque por desgracia algo sabemos de ello, es claro que está en nuestras manos quelas aguas vuelvan a cauce.