27 octubre, 2010

Mi Nácar Colunga

A juzgar por lo descuajeringado que está mi Nuevo Testamento - llevo manejándolo la vida entera - debería ser muy buena. Está hecho polvo. Es una versión directa del texto original en griego por Eloíno Nácar y Alberto Colunga O. P. ¡Dios los bendiga¡. Me he acostumbrado a su traducción, y la he hecho mía porque me he criado con ella por lo que me molesta bastante oír en la iglesia cualquier otra, porque como es natural hay muchos trozos de la Escritura que se me de memoria. De ahí la obligación de que esa sabiduría se ponga en práctica…La edición es de 1967 – la correcta en tiempos, a raíz de la falsa comprensión del Concilio Vaticano II no demasiado ortodoxos-. Pertenece a la Biblioteca de Autores Cristianos. Cuando lo empecé a usar llevaba tres años de casada y luego lo utilizó en el Colegio una de mis hijas porque está su nombre, en bonita letra pequeña, por muchas de sus hojas.

Hace años, un salesiano que veraneaba en Rubielos, y me conocía de verme frecuentar su misa, me dio un montoncito de sellos de María Auxiliadora, para que protegiera a mi familia. Me gustó la y pegué con ilusión uno de ellos en la primera hoja de mi nuevo Testamento – llena de ciervos – que inicia el libro, justo al lado de uno de los nombres de Fe, puesto por ella. El buen salesiano, ha mucho que está en el otro lado.

Hace dos años, me encontré en la Catedral a Gloria – una de las santas mujeres que Dios ha puesto en mi camino – tiene en su haber además de ocho hijos, muchos años dando Catequesis de Primera Comunión, una sonrisa que no se borra de su cara – Como ese año yo también iba a dar catequesis, me dijo una comunión espiritual que ella enseñaba a sus niños.. Me gustó y para no olvidarla, la escribí en mi Nuevo Testamento. Es ésta: “ Jesús, deja tu casita / Ven a la mía, te espero / mi corazón necesita / decirte cuánto te quiero.”

Hoy justo, el sacerdote ha hablado de la importancia de la comunión espiritual, como fuente de gracia. Recuerdo haber contado la que yo aprendí. La que rezaba San Josemaría y ahora rezan sus hijos. Se la enseñó un escolapio cuando era niño. Dice así: “Yo quisiera Señor recibirte, con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu Santísima Madre. Con el espíritu y fervor de los santos.” San Josemaría decía que no mejoraría la situación de la Iglesia hasta que sacerdotes y fieles tratáramos con cariño Al Señor en la Eucaristía.

Aunque consciente de que esta entrada está siendo demasiado larga, añadiré que en la misa de hoy- no en mi parroquia - me ha dado la comunión un chaval, vestido malamente: camisa por fuera y zapatillas de deporte.. ¿Iría así vestido a ver al Rey? A ese pobre infeliz, quizá por miedo a que se vaya , nadie le ha hecho el favor de formarlo.