21 octubre, 2010

Marcelino Pan y Vino

Anoche vi “Marcelino Pan y Vino”. Una delicia, por la que el tiempo no pasa. Ladislao Vadja – al que Juan Manuel Prada admira mucho - tiene que ver en la realización. Las buenas películas españolas de entonces tenían mucho de pictóricas, lo que para mi no es ningún defecto: un buen paseo por el Museo del Prado, siempre es de agradecer.

Una gozada ver a los doce frailes que cuidan a Marcelino. Están perfectamente elegidos. Solo no me convenció el ver vestido de buen franciscano a Fernando Rey con sus mofletes y aire satisfecho. Seguro que se hizo para bien: un guapo mozo deja el mundo por Cristo. Solo que para mí no es un guapo mozo sino un hombre con cara sensual, algo que nunca he digerido. Los demás, tienen mi aprobación. Y luego, los actores son nuestra gente, comediantes de un tiempo pasado que muchos disfrutamos, en el que la ingenuidad y la pureza estaban bien vistos, en la vida había ideales, y metas emparentadas con ellos y la gente si no era buena, al menos, intentaba parecerlo. ¿Hipocresía? La había, no cabe duda. Pero hay algo de verdad cuando se dice que “la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud”. Pablito Calvo es “el niño”. El niño que toda mujer habría querido tener. “ Las madres lo dan todo, Marcelino”, le dice el Cristo. “ Se dan a sí mismas, hasta que se convierten en viejas y arrugadas” y el niño contesta: “¿ Y feas?”. “Marcelino, las madres nunca son feas”

Y luego esas canciones pegadizas con las que nos quedamos cuando se ha terminado la película para no aterrizar en la realidad tan pronto: “Sueña, sueña Marcelino doce frailes cuidan tu vida…”

Lástima que no se la pueda poner a mis nietos rusos…