Como termina “El diario de la felicidad”
Diciembre 1971
“El cristianismo me mantiene con algo juvenil en mi; no estoy aburrido, no estoy decepcionado, no estoy asqueado, no estoy enfadado. A la presencia siempre viva de Cristo le debo el hecho de no pudrirme y de no fermentar en un odio contra los demás y contra mi. Esta es mi suerte, inesperada, insospechada: que se me haya concedido creer en Dios y en Cristo, sabiendo por otro lado lo que ha dicho Unamuno: creer en Dios significa desear que exista y además comportarte como si existiera.
Solo porque soy cristiano me visita - a despecho de cualquier razón- la felicidad ¡un extraño delirio¡. Solo gracias al cristianismo no deambulo – crispado y humillado – por las calles nocturnas y diurnas de la ciudad – espacio proustiano descompuesto por el tiempo – y solo gracias al cristianismo no llego a ser también yo – como dice François Mauriac en “Destino”- uno de esos cadáveres que arrastra vivos el agua de la vida, ni a contarme entre los que todavía no han entendido – Hechos 20,35 – que “hay más felicidad en dar que en recibir”.
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