La memoria
La memoria - una de las tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad – es algo estupendo. Por eso lamento que en la escuela no se le de la importancia que tiene, no se la cultive: bendita lista de los reyes godos. Según esto, me he alegrado leer en “El diario de la felicidad” -,libro al que estoy enganchada – como su autor, Nicolaie Steinhardt, que estuvo doce años en las terribles cárceles comunistas de Rumanía, hace un elogio de indirecto de ella al contar el gran alivio supuso para él, que con sus compañeros de celda – intelectuales todos – se pusieran a la tarea de enseñar unos a otros aquello en lo que eran especialistas. Dice así: “ Desde el primer día me doy cuenta de que en la celda hay una sed enorme de poesía. Memorizar poemas es nuestra diversión más continua y placentera. Quien sabe muchos poemas, es un hombre fuerte en la cárcel. Suyo es el café Flore, suyo es el helado servido en la terraza del Florián ene la plaza de San Marcos (…) Nunca se aburrirá en la prisión aquel a quien le gusta aprender poemas, y nunca estará solo.” La Iglesia –madre y sabia - con la repetición de los salmos : “¡Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres¡” o bien “¡Hay cantos de victoria en las tiendas de los justos¡”, consigue que frases así, hermosas y verdaderas, queden grabadas en nosotros, para que podamos echar mano de ellas en el momento justo. La memoria aplicada a la poesía es fuente de gozo.
(carta enviada a "Las Provincias")
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