La llegada
La llegada a “La Vega”: con tormenta y granizo a penas pusimos pie en tierra. Ya en el Puerto de San Rafael, una nube negra se cernía amenazadora sobre nuestras cabezas. Dejamos en Valencia una mañana de calor aplanante y pegajoso y nos encontramos aquí una tarde húmeda y fría, completamente invernal. Nada de tormenta de verano en la que acaba saliendo un sol radiante y aquí no ha pasado nada. Mi equipaje, como siempre mal resuelto: alguna rebequilla, y un par de vaqueros y lo demás de verano… En fin se aguza el ingenio en casos como este.
Le dejé a Juan el primer tomo de las “Memorias de ultratumba” que leía a gusto, porque además a veces tiene frases felices. Empecé el segundo y me interesa poco. Quizá porque Chateubriand se mete mucho en la política de su tiempo. Así que lo dejé en Valencia. Aquí me he traído “Elogio del asombro”, de mi hijo Juan, que trataré de leer mientras pueda. E incluso tomaré notas ya puestos, por si puedo comentarlas con el autor. Es decir me embarco en su libro como me embarcaré, Dios mediante, en su boda en el mar de Javea. Lo que no se hace por un hijo..
Una gran ventaja de estar aquí es que el Santuario de la Virgen de la Vega está abierto el día entero y el Santísimo reservado en él. Se puede ir a cualquier hora. Increíble que Dios nos quiera tanto que haya hecho realidad su presencia física entre nosotros.
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