10 abril, 2010

Tarde con Francisca

Cuando Francisca estaba en mi casa de “muchacha”- lo de criada siempre me pareció fatal y lo de empleada de hogar, la verdad es que no refleja lo que Francisca era entonces – yo estudiaba, entre otras cosas, las obras de misericordia. Me parece estar repitiendo para aprenderlas de memoria:
“Las obras de misericordia son catorce: siete corporales y siete espirituales…” Voy a ver, sin hacer trampas, cuantas de esas catorce recuerdo:

Entre las corporales: Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, enterrar a los muertos. Me faltan dos. Y entre las espirituales: Corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo ha de menester, sufrir con paciencia las flaquezas de nuestro prójimo. Me han salido las siete: ¡no está mal¡ ¿No debería aprenderse esto en las escuelas, en lugar de tanto educar “en valores” que vaya usted a saber cuales son.

Cuando de Pascuas a Ramos salgo con Francisca, la conocí en 1953…(ella tenía dieciocho años y yo trece), además de escucharla atentamente practico, al menos eso creo, tres obras de misericordia espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo ha de menester y consolar al triste. Porque Francisca tiene clavado en el alma: su venida a Valencia con nueve años a trabajar en casa de su tía que tenía una casa de comidas al lado de la Estación del Norte, cuando devoraba el “chusco”( pan moreno) en la comida, no le quedaba para la cena y le daba vergüenza decirlo y cuando se acostaba con los pies fríos, después de la fregada, porque “tu madre tenía brasero, pero yo no”. Francisca tiene clavadas en el alma muchas cosas: los insultos de su marido, los desprecios de la familia de él, el haber cuidado ocho años a su suegro y no haber recibido nada al morir éste…Hoy me ha dicho una cosa bonita: “Aunque no los olvido, los perdono para que Dios me perdone a mí”.

Ella practica conmigo una obra de misericordia corporal: dar de comer al hambriento: me invita a un estupendo chocolate con churros en la “Horchatería de Santa Catalina” después de oírnos en la Iglesia de Santa Catalina la misa de seis y media.