La pereza y otros pecados capitales
La pereza, que sabido es rima con tristeza, es como un gran oso agazapado que está ahí. Junto a nosotros. Como la gravedad y la fuerza centrífuga. La pereza, como la ira, la gula y la lujuria es un pecado capital al que siempre hay que estar cortándole la cabeza. Lo sabemos: la pereza nos ronda siempre, como el reuma en tiempo húmedo, tratando de invadir cuerpo y alma. Es nuestro gran enemigo.
La soberbia se ve mucho, nos aparta de la gente, nos aísla, es antipática. La lujuria es…penosa¡ y en estos tiempos trata de invadir, no solo a la persona individual sino a la sociedad entera. La lujuria es, como las cataratas del alma, lo emborrona todo, desfigura la realidad, impide la visión de Dios. La lujuria es cobarde, como la mentira Frente a ella, hay que estar ojo avizor pero las buenas lecturas, el control exhaustivo de la televisión, y la autoestima, la responsabilidad, y el sentido de la propia dignidad, de algún modo nos defienden, ante la pereza estamos inermes. Quizá alguien diga y no le faltará razón: “¿Pereza? en un mundo que, no deja a nadie un momento libre, que explota al hombre y a la mujer –sobre todo a ésta – de modo que hasta las abuelas están pluriempleadas?
Sí, todo eso es verdad. En el día a día del mundo laboral aquí – somos más esclavos que los europeos - no se respeta la libertad del hombre, su tiempo. Para que lo organice, para que se organice, para que pueda crecer y sacar adelante muchos de esos talentos, que traía Dios en su mochila cuando Dios lo puso en este mundo. Pero quizá por que las cosas son así, la lucha contra la pereza, para aprovechar esas “colillas” de tiempo - aún puede emplearse esa palabra porque aún se puede fumar – para que el tiempo nos rinda a la mayor gloria de Dios. .
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