25 diciembre, 2009

Mi Nochebuena de éste año

El 24 de diciembre, día esperado con cierto respeto porque ser día de corridas y trabajo, si me pusiera sarcástica diría que ese día es “la puntilla”, para una madre de familia ya cansada, transcurrió bien gracias a Dios, a que yo fui sensata y a que mi hija Marta me ayudo de lo lindo para que la casa y la mesa estuvieran impecables. Nos reuníamos diecisiete: ocho adultos y nueve niños, tres de ellos de menos de tres años.. Yo lo veía un mundo.

Me levanté y fui directa a la confesión. Costumbre que en ese día tengo gravada a fuego: El Niño Dios quiere nacer en nuestro corazón y para ello, como hacemos en la casa, primero hay que limpiarlo bien y luego ya trataremos de arreglarlo lo mejor posible. Para estas fechas se me han ocurrido dos slogans (lamento no saber la correspondiente palabra castellana) para tratar de recomendar una buena confesión. Hélos aquí:

“Navidad sin confesión no es Navidad)” ( para bautizados, claro) y otro reciente del que me siento orgullosa: “Descárgate de tus pecados”. A Silvia la peluquera, que a las dos de la tarde me dejó lo mejor posible, éste último le hizo reír y me dijo que era muy bueno.

Luego de rezar mis oraciones y pedirle a la Virgen que me ayudara con todo, me puse al curro y curré de lo lindo. Lo primero es a rezar y luego ya trabajaremos. Si el orden es éste y no el inverso la eficacia está garantizada.

De vuelta a casa me encontré con cara de derrotada a Mary Carmen : una honorable viuda desde los 27 años con dos hijos y cuatro nietos. Mary Carmen, al quedarse viuda estudió enfermería para sacarlos adelante, y los sacó bien. Venía de trabajar, tenía que irse al pueblo…, comprar, prepararlo todo.. Le dije que ofreciera su cansancio por los que esa noche se sentarían a la mesa. Se le cambió la cara.

Por la noche en mi casa, reinó la concordia y la sonrisa, los niños no se descalabraron, yo no estuve como hubiera querido. Me había propuesto servir y no interferir en la conversación de mis hijos entre sí y con sus propios hijos. No pude. Cuando los niños empezaron a cantar villancicos en lugar de funcionar como abuela, traté de poner orden. Me sentí madre de todos…A ver si al año que viene, Dios mediante, subsano el error.