17 diciembre, 2009

La corona y el árbol

Maixica, una elegantona de mi barrio a la que educaron las mismas monjas que a mí y con la que me paro por la calle si me la encuentro, me dijo una vez: “ ya he puesto en casa la corona de adviento”. Al oírla pensé: “ las coronas de adviento son caras, ésta se lo puede permitir”. La corona tenía ante mis ojos el prestigio del nivelazo. Sabía lo que significaba: las cuatro velas en circulo que se van encendiendo en las cuatro semanas antes de Navidad. Pero como se verá no lo sabía todo sobre ella

Y Héte aquí que leyendo al Papa me encuentro: que de niño le enseñaron, como probablemente a vosotros – dice - que “la corona de adviento con sus luces nos recuerda los miles de años (quizá miles de siglos) en que una humanidad irredenta esperaba la salvación”pero continúa diciendo: “Pero la idea de que los tiempos posteriores a Cristo, comparados con los precedentes, son de salvación nos parecerá una cruel ironía si recordamos fechas como 1918, 1933, 1939, 1945, en las que millones de hombre perdieron sus vidas a menudo en circunstancias espantosas (…) y luego dice (resumiendo) que tanto en los tiempos anteriores a Cristo como en éstos, las tinieblas y la luz conviven juntas

En cuanto al árbol de Navidad, además de nivelazo, ni lo consideraba. Cuando me decían mis hijas: “ mamá ¿porque no ponemos árbol?”, contestaba estricta: “ el árbol es una costumbre pagana, propia de los pueblos nórdicos. En casa se pone belén.” Repetía de coro, lo que le había oído a mi padre. Antes, no rompíamos nuestras raíces.

Pues bien dice el Papá que el árbol de Navidad, con sus regalos y sus luces nos recuerda los muchos bienes que hemos recibido por el árbol de la cruz.