Dejarse educar
La educación de los hijos, si es auténtica, es de ida y vuelta. A un catedrático de universidad, oí decir una vez: “yo no se si educaré a mis hijos, pero lo que si sé, es que mis hijos me educan”. La paternidad educa no solo porque cada niño que nace es un milagro que acerca a Dios, autor de toda vida: “yo no sé como Dios te tejió en mis entrañas…” decía la madre de los Macabeos al menor de sus hijos, antes de que éste aceptara el martirio. No solo por eso y por el sacrificio que entraña sacarla adelante, sino por la capacidad de réplica de los hijos. Lo que no significa tener “complicidad” con su modo de ver las cosas, pues si los hijos desbarran, que bien podría ser, que revueltos están los tiempos, el que los padres se mantengan en sus trece y no comulguen con sus ideas, creo que es el mejor servicio que podrían prestar a sus hijos. Hoy se olvida, tontamente, en aras de un pretendido progreso, que en muchos campos no es tal, el sabio refrán que dice: “del viejo, el consejo”. Refrán que utilizó, en 1966, D. José Cors Grau como título de uno de sus artículos. Muchos de los cuales leíamos con avidez, publicados con su recuadro, los domingos en “Las Provincias”. Pues bien, el otro día, uno de mis hijos, con el que he discutido mucho en esta vida, me dijo, no se a cuento de qué: “ madre, eres sabia” a lo que insensatamente respondí : “ siempre lo he sabido”. Contestó sonriendo: “pero serías más sabia si no hubieras respondido”. Agradecí la enmienda.
( carta enviada a "Las Provincias")
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