03 noviembre, 2009

3 de noviembre

Ayer leí un comentario muy bonito en el blog y me puse contenta. Hay que ver lo que ayuda recibirlo y lo que se agradece.

Luego caí en la cuenta que era día 2: conmemoración de los fieles difuntos, y pensé: “mis buenas amigas las almas del Purgatorio me han alegrado la vida. Y es que la buena gente – aunque realmente solo Dios es bueno – estamos todos conectados, con red de silicio o no.

Después vino, con esfuerzo, diez minutos a verme mi hija Marta. Cuando acaba sus clases le esperan los deberes de su hijo Alejandro de once años, que buen chaval es bastante vago. Sus otros cuatro hijos tienen que contentarse con saber que su madre está en casa encerrada con el mayor.
Le dijo una cosa que al niño le impresionó: “Alejandro: tu sabes cuantas alegrías me puedes dar”.

De las benditas ánimas del Purgatorio – en cuyo mes estamos – procuro no olvidarme. Por la cuenta que me trae. La verdad es que tengo muchos amigos cerca de Dios. Gente que me ha querido. Y eso sin contar los santos declarados a los que por la lectura de sus vidas, considero amigos fuertes.

Hay es el aniversario de la muerte de Josefina Fernández Ruiz. ES de las que: “vienen de la gran tribulación y han blanqueado sus túnicas en la Sangre del Cordero”. Ella me enseñó lo de: “Tengo el alma de nardo del árabe espoañol”.

He empezado un nuevo libro de lectura espiritual: “Abancay, un obispo en los Andes peruanos”. Lo edita Rialp. Toda una odisea escrita con humor la evangelización allí. Perfecto para poner a uno en su sitio y estimularle a dar un poco el callo.