11 septiembre, 2009

Cosas pequeñas y dispares

Creo que no he dicho que Irène Nemérovsky ( creo que los acentos son así) anotó en su diario estas palabras el día antes de ser arrestada y llevada a un campo de concentración (murió en Auschwitz, como ya conté): “ Estoy rodeada de agujas de pino, sentada encima de mi cardigan azul y llevo en la mochila el Diario de Katherine Mansfield”. ¡Como pueden cambiar las cosas de un día otro….
Esto lo leí en la contraportada del diario en cuestión, que no me aportó gran cosa en la ojeada que le eché. Quizá el “¡Todo está bien¡” con la que la autora lo termina poco antes de morir.

Cuando hablé de Santa Teresa Jornet, no dije una frase suya (la única que conozco) que me parece interesante y gráfica: “Hay que tener a Dios en el corazón; la eternidad en la cabeza; y el mundo bajo los pies”.

Me gustaría hacerme con “El libro de las horas” de Rilke. Lo tenían Etty Hillesum y su padre, bajo la almohada en el campo de concentración. Por cierto, que el padre de Etty era catedrático de latín y griego. Así se explicxa lo bien que escribía su hija. Este señor, comentaba con ella cuando les esperaba su último viaje: “lo que los deemás han podido hacer, también lo podremos nosotros”.

Disfruto cantidad la biografía de la Gaskell sobre Charlotte Brontë.

Decía San Josemaría que los cristianos teníamos que dar la batalla de la cultura. Yo la doy. Me casé con un humanista, en el mejor sentido de la palabra, también catedrático, que entre sus muchos saberes también figuraba poder leer el Nuevo Testamento en latín y griego.