04 junio, 2009

4 de junio de 2009

En el tapiz de flores que cada año adorna la fachada de la Basílica de nuestra señora la Virgen de los Desamparados el día de su fiesta, había en el de mayo de 1947, un rótulo en el que se leía: “Mater Desertorum”. Lo vi en una pequeña fotografía en blanco y negro, con margen blanco con muescas, que hizo mi padre, que tenía la buena costumbre de fechar todas sus fotografías. Era un año después de que viniéramos a vivir a Valencia y un año antes de mi primera comunión. El rótulo me impactó. Cuantos desertores de la fe de la fe he conocido que tomaron su primera comunión por esas fechas. Pero que consuelo pensar que la Virgen es su madre.

He vuelto a ver dos películas de Ingmar Berman: “El séptimo sello” y “Fresas salvajes”. La verdad es que siempre se les saca punta y se pasa un buen rato viéndolas. De “Fresas salvajes” entendí mucho más por estar mucho más cercana a Isaac, el viejo profesor…Con que despreocupación ve la gente joven ( yo lo era cuando la ví por primera vez) la vida de un anciano. Como si fuera de otra galaxia. Dice el refrán: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Pero no nos lo creemos. Y aún pasa más eso más con la muerte. ¿Morirse? Eso es algo que solo les ocurre a los demás.

El martes en la mesa los chicos hablaron del Airbus francés desaparecido en mitad del Atlántico con 228 pasajeros. Uno de ellos dijo que a él la muerte no le impresionaba, que solo quería en ese momento que lo dejaran tranquilo. No pude evitar decir que en ese momento lo que hay que hacer es pedir perdón a Dios.Y conté también que en mi casa mi padre que dirigía el rosario, rezaba siempre después un Padrenuestro para “no morir de repente de desgracia o en pecado mortal” (la cantinela era de su madre y él la siguió) Y resultó en su propia vida: se puso mal de repente pero, le dio tiempo a llegar a casa y agonizó vuelto hacia el Sagrado Corazón que había en la mesilla. “Dios lo ha traído a morir a su casa” decía mi madre.