28 mayo, 2009

Rosa Clara

Rosa Clara era mi madre. Ayer celebró su cumpleaños en el cielo, más de un siglo. Nació el 27 de mayo de 1902 en Ejulve, (Teruel). Ese día nevaba, a pesar de lo avanzado de la primavera. En las ventanas pusieron mantas para resguardarse del frío. No estaba allí para verlo, pero parece que lo estoy viendo. Mi madre contaba las cosas muy bien, por eso el que me llamara “cuentista” tenía su interés y quizá también mi padre, que dominaba el castellano, cuando escribía una carta al alto mando por cualquier motivo, se la leía antes de mandarla a ver que le parecía. “Carmelo, yo quitaría …” y mi padre con dos carreras tenía en mucho el criterio de mi madre de profesión “sus labores”. Y yo, que no me perdía ripio, veía que mi padre tenía en mucho su opinión, lo que indudablemente contribuía al prestigio que ella tenía ante mi. Mis padres se valoraban y se querían, el dinero iba justo, pero sin escaseces. ¿Se puede tener mejor infancia?

Redactando estas cosas, me recuerdo a mí misma leyendo a Marcel Proust en el Pirineo aagonés, con una preciosa niña de tres meses a mi lado que heredó los hermosos ojos azules de su abuela materna, el color de su piel y el de su pelo. Estaba entonces enredada con Swan y Odette y no me parecía que perdía el tiempo – cuando se es joven corre más despacio - leyendo uno de los tomos ( leí hasta tres) de “En busca del tiempo perdido”. Pero volvamos a mi madre.

En el locutorio del Paseo de la Independencia de Zaragoza. De noche. Después de esperar la correspondiente demora. Mi padre al otro lado del hilo: “¿Qué prefieres: Valladolid o Valencia?”. Veía con casi seis años el nerviosismo de mi madre y la importancia de esa decisión. Eligió Valencia.
Mi madre lloró mucho en Valencia, ( las lágrimas de la mujer fecundan el mundo) echaba de menos a padres y hermanos…. Luego cuando mi padre a los cincuenta años se murió de repente, iba a llorar mucho más.