La bola de cristal
La vida se nos va dando poco a poco, minuto a minuto y no es posible, gracias a Dios, atisbar el futuro. ¿ No es hoy el aniversario del hundimiento del “Titanic”? Acabo de caer ahora en la cuenta de ello cuando me proponía hablar de que felizmente nadie tenemos una bola de cristal.
Me decía Rosario tomando café: “¡qué bonito el día de mi boda¡ Me casé en la capilla del santo cáliz de la catedral y me pusieron una gran alfombra roja hasta la puerta¡”. Luego, a lo largo de la conversación, me enteré de que había tenido muchos años a su marido enfermo de Alzehimer…” Cuando me lo contó fue cuando pensé en lo de la bola de cristal y en lo bien que hace Dios las cosas, no dejándonos ver aquello que sucederá, pero para lo que aún no estamos preparados para encajar.
Acabo de hablar con Conchita. El día 29, si Dios quiere, cumplirá 93 años. ¿Cómo podía imaginar que llegaría hasta esa edad, cuando a sus 29 años. una noche de Navidad, se le murió de repente su marido dejándola con dos niños pequeños? Tenía entonces por delante un largo camino a recorrer. En él - según cuenta- pese a su soledad, ha sentido siempre la protección del Sagrado Corazón de Jesús.
Hace poco, nos reunimos en la “Galería Jorge Juan”, donde estaba hace años el jardín de nuestro colegio con su campo de baloncesto, su gruta de la Virgen de Lourdes y su higuera, cuatro ex alumnas de las teresianas. Una de ellas tiene un cáncer de pulmón. Nos hizo reír. Es una mujer que siempre se ha tomado el pelo a sí misma. Cuando sus hijos pequeños le iban con alguna pena, en lugar de consolarlos les decía: “¿Pero que queréis? Esto es un valle de lágrimas?”. Lo contaba riéndose valientemente
de lo que entonces para ella era una frase, no más. • .
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