El español
Cuenta Thomas Merton: “la montaña de los siete círculos” hablando del viaje que realizó a Cuba, como despedida del mundo antes de entrar en el claustro:
“ A menudo salía de una iglesia e iba a oír una nueva misa en otra, especialmente si el día era domingo, y escuchaba los sermones armoniosos de los sacerdotes españoles, cuya misma gramática estaba llena de dignidad, misticismo y cortesía. Después del latín me parece que no hay lengua tan apropiada para la oración como el español, pues es una lengua a la vez fuerte y ágil, tiene su precisión, tiene en sí la cualidad del acero, que le da la exactitud que necesita el verdadero misticismo y, empero, es suave, también gentil y flexible, como requiere la devoción, es cortés suplicante y galante; se presta de modo sorprendente, muy poco a la sentimentalidad. Tiene algo de la intelectualidad del francés, pero no la frialdad que la intelectualidad toma en el francés; nunca desborda en las melodías femeninas del italiano. El español no es nunca un idioma débil, nunca flojo, aún en los labios de una mujer”
Mientras copiaba estas líneas tan halagadoras para nosotros - ¡lástima que no las lean los catalanes¡ - no se porque, me he acordado de ese hermoso verso de Lope:
Al fin señora me veo,
sin mí sin vos y sin Dios”.
Sin Dios, por lo que os deseo.
Sin mí, porque estoy sin vos
Sin vos, porque no os poseo”
¡Ahí queda eso¡
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