Los embarazos rotos
A una madre de cinco hijos, buena profesional, joven y “sobrepasada”- las mujeres hoy vamos “sobrepasadas”, me decía otra madre de dos que también se gana su sueldo– le gustaría escribir una carta al periódico con este título: “Los abrazos rotos”, después de oír las declaraciones de Pedro Almodóvar sobre el aborto. No lo ve posible y me brinda el título para lo haga yo. Vamos a ello.
No hay abrazo más entrañable, que el que un niño de pocas o muchas semanas, de pocos o muchos días, tiene con su madre, dentro del cuerpo de ésta. Solo hay un abrazo tan tremendo: el que cada uno de nosotros le damos a Jesucristo cuando comulgamos en gracia de Dios.
Dios dentro de nosotros, el niño dentro del vientre de su madre. Es posible que estas líneas vean la luz el 25 de marzo, festividad de la Encarnación del Señor. No estaría mal. Que duda cabe que un hombre es algo muy grande, ya Séneca se vanagloriaba de que su madre – abortos ha habido siempre – “no hubiera nunca ahogado las esperanzas concebidas ni el incipiente fruto cierto”, pero desde que Dios se hizo Hombre en las entrañas de una Mujer, el vientre de la mujer es sagrado. De no considerarlo así viene toda esta mugre que nos rodea, y las lágrimas que le siguen. Pero afortunadamente cien mentiras no pueden obscurecer una verdad y más en el tiempo en que una ecografía de “Pulgarcito” está al alcance de cualquiera.
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