12 abril, 2009

Chispazos

Domingo de Resurrección…una espera pasárselo bien. Que la mañana sea luminosa, que el mar cante en el corazón…, y sin embargo la cocina está sin recoger porque ayer me acosté tarde viendo “Las sandalias del pescador”, mi pequeño cuarto de libros está manga por hombro, por razones varias y no encuentro dos libros que necesito, mañana, que aquí es festivo, se presenta Olga a las nueve de la mañana a limpiar…es decir, a las ocho como tarde para mí toca diana. O como cantaba mi madre no sin cierto recelo, cuando a esa hora entraba en nuestro cuarto para despertarnos a mi hermana y a mi para ir al Colegio: “que salga el toro, tararí, que lo quiero ver morir”. En fin…

Y es que mientras estemos aquí, por grande que sea la festividad, la vida es cuesta arriba.

Claro que luego están los chispazos. O si se quiere, el centelleo del sol sobre el monótono mar de nuestra rutina. Ahora mismo, leyendo el evangelio de San Juan, lectura obligada si se quiere estar en onda con la resurrección del Señor, he caído en cuenta del profundo dolor que tuvo que sentir María Magdalena al no encontrar el Cuerpo del Señor en el monumento.¡Lo que faltaba¡ ¡ como si no hubiera llorado ya bastante¡.Pero Él estuvo al quite: “¡María¡”. A mi precario nivel, nada más levantarme, he huido de la entropía de mi casa, hacia el sagrario de mi parroquia. Me he encontrado la verja de hierro cerrada…

Luego ha revoloteado en mi cabeza un trozo de algo que cantaba el padre Cué, hace muchos años: “ ¡ya sale la luna y salpicón de estrellas¡ / nos dejó sus huellas / nos lanzó tras Él”… con éstas pequeñas alegrías, me voy a controlar la entropía.. Sigo redactando, como en el Colegio. No puedo dejar de decir aquello que decía San Agustín a los Jóvenes: “Convenceos de que Dios es más joven que cualquiera de vosotros”.