16 marzo, 2009

Quiero contarlo

Conozco a Pilar hace más de treinta años. Ahora ha muerto su marido. Han sido un matrimonio ejemplar: ella guapa, él enamorado y ocho hijos como fruto de una vida matrimonial cara a Dios. Y es que, aunque el tiempo desgasta y amenaza con corroerlo todo, Dios es fiel . A nadie deja en la estacada, si uno es humilde y cree que la vida es mucha vida, para vivirla lejos de quien la ha inventado. Pilar me contó algo de los últimos días. Yo la oía con avidez, sabiendo que valía la pena no perder palabra. En una ocasión, él le dijo: “ hemos enseñado a nuestros hijos a vivir, ahora hay tambien que enseñarles a morir”. Ella, lo veía sufrir, sabía que era el final y pensó: “si la Virgen se lo llevara de la mano…”
Se lo llevó de la mano. Cuando ya confesado había recibido la comunión y la unción de enfermos, llevando puesto el escapulario del Carmen, se le ocurrió ir a verlo a un sacerdote amigo. Éste, viéndolo mal le rezó una bonita recomendación del alma con su mujer y sus hijos alrededor. Al terminarla dijo : “ahora vamos todos a rezar la Salve”. La rezaron. Con el Amén, Federico dejó de respirar.
“ Hemos oído muchas veces que se muere como se vive”- me contaba Pilar -“ahora he visto con mis ojos, que es así ”. Su voz y su talante irradiaban una gran fortaleza. Se lo dije. Me contestó. “ Es que hay mucha gente rezando por mí”. Yo se que el bajón le vendrá, una no pierde sin mucho llanto al hombre de su vida, cuando en la vida hay un solo hombre, pero costaba darle el pésame. No iba lógicamente a darle la enhorabuena, pero lo pensé. Vi el éxito que supone cubrir aguas, haber recorrido honradamente el camino: haber recibido alegremente los hijos que Dios envía, haber sido fiel hasta que la muerte.