16 febrero, 2009

A propósito del Padre Pío

Ha caído en mis manos un folleto sobre San Pío de Pietrelcina, sacerdote capuchino 1887-1968. Él célebre padre Pío del que me hablaba mi amiga Josefina. Y cuya estampa viejecita, llevaba en la cartera. Mi amiga Josefina, que fue catequista quince años, era una mujer polémica, culta, buena y arriscada. Esto último quizá porque los de Guádix son peleones. A veces sacaba a relucir al Padre Pío, que en parte para que no tratara de imbuirle, santos de mi devoción. Mi amiga Josefina está ya en el cielo y allí habrá podido ver al Padre Pío y quizá ahora sonría si ve los derroteros que voy tomando. “Tengo el alma de nardo del árabe español”, me escribió una vez- citando a Manuel Machado, que según ella era bastante mejor que Antonio- en carta veraniega, de sobre y sello. Josefina, como ya dije, murió un tres de noviembre, festividad de San Martín de Porres, (fray Escoba) y el santo le iba , porque la verdad es que barrió mucho en la vida. Josefina, Licenciada en Pedagogía, fue una pequeña gran mujer.

El marido de Josefina era un hombre, aunque bueno, imposible. Ahora recuerdo que alguna vez ella me habló de Santa Rita de Casia, que también estuvo casada con otro imposible. Pero se querían. Con él era con la única persona que era dulce y sumisa. Y a propósito de su dificultad para convivir en paz, me contó una vez lo que hacía una amiga suya de Guádix, mujer cuyo marido tenía un genio de todos los diablos. Cuando las amigas de esta le preguntaban: “Cómo eres capaz de vivir en paz con él?”, ella les habló del “saco de los improperios”. Diciéndoles más o menos esto: “Yo con él discuto, le sigo la corriente, pero cuando se va, abro el saco de los improperios y empiezo a llenarlo: “Hijo de P. mala persona, burro, cretino…” y así me desahogo y cuando vuelve me encuentra tan relajada.”.

Del Padre Pío hablaré. No faltaba más.