Vecinos
“ ¿Ves como Dios es bueno?” - me decía ayer mi vecino Ricardo, en el trecho que va desde la puerta de la callé al ascensor – al celebrar que mi yerno había superado el trasplante. Pocos días antes había pasado a su casa a pedir a Pepita su mujer, como a tantos otros, oraciones para que así fuera. Él, que se había sumado a ellas, continúo sonriendo: “en la casa de enfrente hemos seguido un poquito el asunto”. Ricardo, tiene 88 años y es impensable sin Pepita, con la que se casó hace 50 años. Entonces ella, hermana de un compañero de Derecho, era muy mona, aún se le nota, y tenía unas hermosas trenzas. Son unos vecinos encantadores que me han dado muy buen ejemplo. “Contigo también fue bueno”, le dije, recordando la operación de corazón que sufrió hace poco, de la que salió sonriente y bien trajeado como siempre. Me dijo: “Me hicieron antes firmar todo lo firmable, porque había peligro de hemorragia y en el corazón no puede se puede hacer trasfusión, y firmé tranquilamente. La noche de antes estuve hablando un gran rato con Don José ( el párroco) y ya sabía donde m,e iba…”. Sonreí interiormente al ver el pudor de Ricardo..yo hubiera dicho tranquilamente: “hice una buena confesión…”. Él es el que me dijo en otra espera de ascensor, poco después de su operación : “Ésta vida con minúscula, es deliciosa como preámbulo de la otra Vida con mayúscula, sino es aborrecible”, que conté en su momento. Ricardo y Pepita me han dado muy buen ejemplo. Ella, merece mención a parte. Llevar 37 años viviendo en una casa de treinta pisos, hace que casi cualquiera pueda escribir, como Buero Vallejo, la historia de una escalera.
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