¿Otros modelos de familia?
Todos hemos leído en prensa que pasa por “progre”, no sabe uno bien por qué: “hoy existen otros modelos de familia”. La familia, como la verdad, es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés. A quienes hemos conocido una verdadera familia, que incluye un padre y una madre que se quieren y se respetan y unos hermanos que se abrazan y riñen, y todo ello prolongado en el tiempo que Dios nos dé, no es fácil que nos den gato por liebre. Los que hemos tenido una infancia feliz y seria y digo seria porque los niños no son ajenos a los problemas de sus padres, sabemos bien la hondura y la riqueza que esto supone. Son las raíces del árbol de nuestra vida. Raíces vigorosas que harán que éste se despliegue con toda su grandeza, la grandeza de la vida corriente, que no es poca. Sabemos que en la vida se sufre, y se sufre de veras, pero en las horas bajas sabremos “tirar pa lante”: ya vimos sufrir a nuestros padres, pero ni siquiera se nos pasó por la cabeza que ese muro cíclopeo que nos protegía, fuera a desmoronarse. Ese sufrimiento, quizá como pareja, porque el tiempo desgasta los cuerpos, no impedía el otro infinitamente mayor cuando uno de ellos se iba al cielo. Por eso, cuando se presenta el divorcio como un avance, sabemos bien que es mentira. Somos muchos los que hemos visto a nuestros padres rezar juntos, les hemos acompañado a misa los domingos, les vimos vivir más o menos en cristiano y afrontar la vida con lealtad y con fortaleza. Les vimos en definitiva vivir sabiendo que la muerte no es el final, que la vida acaba en un encuentro con Dios.
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