12 diciembre, 2008

Filemón y Baucis

Cuenta Holzner, en “San Pablo, heraldo de Cristo”, los fantasiosos griegos que en cada árbol raro y en cada fuente veían una manifestación de la divinidad, decían de los dos viejísimos tilos, frente a la ciudad de Listra cuyos troncos y ramas habían crecido entrelazados: “Estos son Filemón y Baucis”. Según esta leyenda, Júpiter y Hermes habían bajado del cielo a la tierra para indagar los sentimientos de los hombres. Rechazados en todos los lugares, los cansados viajeros llegaron a una pequeña cabaña donde vivía un matrimonio de piadosos pastores que los hospedaron muy afablemente. Júpiter se les dio a conocer al día siguiente, y les dio libertad para que expresasen un deseo. Ellos dijeron que sólo deseaban permanecer sanos hasta la ancianidad, y después morir juntos el mismo día. Concedióselo Júpiter, y además que los dos, transformados en árboles, pudiesen enlazar su suerte para siempre.

Ayer, volviendo del Mercado Central en el “81” después de hacer la compra navideña, oí la conversación que un señor mayor tenía con una vecina mía, de su quinta, a la que, por lo visto, no veía hace tiempo. Los dos iban de pié mientras la mujer del señor mayor había conseguido sentarse al fondo. Mi vecina le preguntó: “¿ Se te han casado los hijos?”. Sí, tengo tres nietos”. “Así que ¿os habéis quedado solos como recién casados?” . Él con una ancha sonrisa contestó : “Sí, estamos en la gloria”. Cerca de la iglesia de San Pascual Baylón, en cuya parada bajaba el matrimonio, él continuó: “ En ésa iglesia me casé yo bauticé a mis hijos y he bautizado a mis nietos”. Los tres sonreímos, al tiempo que yo decía: “¡que bonito¡”. Bajaron. Pude ver a los dos sonrientes, agitando la mano tras el cristal. Ella con una cara dulce, tenía el pelo blanco, con un reflejo azulado. Él la miró con cariño, tras la corta separación, le puso la mano sobre el hombro y se alejaron. Pensé en Filemón y Baucis, de cuya existencia me había enterado esa misma mañana.