Ingenuidad
De ese tiempo, dorado, en el que todavía hay princesa que cantar, cuando es posible conmoverse leyendo “Los miserables”, sin ver que al camarero que nos sirve la Coca- cola, le faltan dos dientes de abajo y no llegará a los cincuenta y que el otro camarero más joven tiene una mirada hosca, que es toda una reivindicación. De ese tiempo digo en que la vida es una fiesta, porque el espejo aún no se ha enemistado con nosotros, procede el versito, que revoloteaba por mi mente esta mañana, cuando iba a encargar unos estores, y que tanta gracia le hacía a mi cuñado, cuando aún estaba lejos de conseguir la cátedra en la universidad:
“Una chacha de Alcorcón / que en la capital servía,
le daba al grifo la tía / con abundante asperón.
El grifo aquel achuchón / sufrió con paciencia asaz,
más le dijo: oh¡ contumaz / ¿por qué me causas violencia?.
Dáte brillo tu so bestia / que buena falta te haz.
Pero debo decir, que aunque me hiciera gracia, siempre lo encontré algo cruel. Y añadiré en honor a la verdad, que Paco, que así se llamaba el futuro catedrático de Orgánica, de estudiante, encontraba todos los días, camino de la Facultad al mismo pobre al que le daba siempre uno de los dos grandes bocadillos que su madre le ponía para almorzar. Un día me dijo: “mi madre me pone siempre uno de jamón y otro de membrillo. Yo le doy uno sin saber de que es, a veces tengo suerte y me queda el de jamón”
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