08 junio, 2008

Totón

Ayer tarde salí con Totón. De jovencita era parecida a Pier Angeli pero más alta. Tenía también un tipo de junco. Entonces iba pobremente vestida, porque era una más de los dieciséis hijos de un Director de Instituto de Enseñanza Media que, antes de “cantar misa” dejó el Seminario porque no veía que tuviera vocación sacerdotal. Totón hizo una “buena boda”:se caso con un joven bueno y con dinero. Hacía tiempo que no la veía. Su presencia evocó muchas cosas: las películas de los viernes en la sala de cine del Instituto Luis Vives, que veíamos en petit comité sus padres, los míos, mi hermana y yo y algunos hijos del Director. Era la sesión de prueba donde se cortaba lo necesario para que la película pudiera ser proyectada el sábado para los alumnos del instituto, sin mayor inconveniente. A veces estaba también el cura, cuyo nombre no recuerdo. Allí vimos películas inolvidables: “Balarrasa”, “La mies es mucha”, “Las llaves del reino”, “MolokaiREcuerdo”, “Trece por docena”, “La canción de Bernardet”…

En el “Diario de Teruel”, escribí una vez sobre Carmen, la madre de Totón.
Era una mujer muy guapa, de cara dulce, siempre vestida de negro porque así no se hacía notar que solo tenía un par de trajes de verano y otro para invierno. Su marido, profesor del Instituto de Teruel, se enamoró de ella, que era su alumna, cuando ésta tenía dieciséis años. Una historia romántica.
Mi madre contaba que Carmen y José, los padres de Totón, estuvieron un tiempo separados. Fue ella la que cogió sus cuatro hijos y se fue a vivir a casa de su madre. Crisis de las que no se salva ningún matrimonio. Con la ausencia, el adelgazó mucho. Se encontraron casualmente, se fundieron en un abrazo y fueron desde entonces un matrimonio ejemplar que salían como novios, tarde tras tarde a última hora del día a dar la vueltecita. Recuerdo en su casa la larga mesa del comedor, separada un poco de la mesita donde comían sus padres, los boniatos de la merienda ( a uno por barba). “Ojalá hubiera un boniato que llegara desde aquí al cielo” dijo una vez uno de ellos a una señora impertinente que le preguntó : “¿No te cansas de comer boniatos todas las tardes?”

Recuerdo muchas cosas de entonces. De las ocho chicas, se casaron siete con hombres. Eran todas guapas. Los ocho chicos sacaron carreras brillantes. En aquella casa al padre se le tenía su poquito de miedo. En aquella casa se rezaba diariamente el rosario.