12 mayo, 2008

El corazón de la alcachofa y otras historias

Recuerdo que hace muchos años, me dijo Sabina una palabras parecidas a éstas: “Hay que ser sencillos. Y para ello, conviene ir quitando de nuestro modo de ser, las capas duras, como se hace con las hojas de la alcachofa, hasta quedarse solo con el cogollito”. Es una gráfica manera de hablar de la poda. Poda que por otra parte, aunque nosotros no la ejerzamos, la vida se encarga de hacerlo. Si la poda es dolorosa es necesaria para dar más fruto. Separar la mena de la ganga. Refinar el oro, porque oro somos.

Vi la película: “Mil años de oración”. No me gustó, aunque sea una película correcta. Hay una gran carga de tristeza en las relaciones padre e hija (los protagonistas son orientales). Cosa curiosa la tristeza corre a cargo principalmente de la hija, no del anciano. “Anciano habla, que te está bien”, leí hace poco en el “Eclesiastés”( al paso que al joven le recomendaba solo dos intervenciones). Por otro lado, cuando nos hacemos mayores ya es difícil sacar adelante el propio papel en la representación, como para ver hasta que punto a la hija le sobra la compañía del padre. Saqué de ella en limpio dos frases: “Para pasar el río en un bote con alguien hacen falta trescientos años de oración y para compartir la almohada toda la vida con alguien son necesarios mil años de oración”

No se si mil años o no, pero para que un matrimonio dure, desde cluego han de rezar mucho los dos.

Hace tiempo tenía yo una “columna” semanal en el “Diario de Teruel”, bajo el epígrafe: “Cuesta arriba”, con un simpático montañero, dispuesto a la ascensión que dibujó mi hija Marta. En una novela flojilla “Rastros de Sándalo” de la que ya hablé, rescaté una frase: “No huyas cuesta abajo. La vida es cuesta arriba”
habl