05 mayo, 2008

Cistercienses

Por mi casa, alrededor de 1950, circulaba una pequeña colección de libros de bolsillo que se titulaba “Habla un trapense” o algo parecido. A mi padre le gustaba leerlos. Ya dije, cuando mi “blog” era joven, que una temporada mi padre leía en voz alta para todos después de comer “La familia que alcanzó a Cristo” del Padre Raymond, sobre San Bernardo de Claraval.
Alguno de estos libros estaba escrito por el hermano Rafel .

Rafael Arnáiz tras cursas estudios de Arquitectura, entró en 1934 con 23 años en el convento cisterciense de San Isidoro de Dueñas en Palencia, conocido como La Trapa. Murió cuatro años después. Lo Beatificó Juan Pablo II en el 92. El hermano Rafael escribe:
“Las primeras palabras que me dijo el hermano portero cuando entré en la hospedería fueron: Y ahora a no apurarse, cualquier cosa que le ocurra, dígaselo a la Virgen María, pues a mí en veinticinco años que llevo de trapense, nunca me negó nada. Y aquel hombre lo decía con una unción y una fe tan grande cuando hablaba de la Señora, que desde el primer día, efectivamente a mi no me negó nada.”
(Noticia recogida en el suplemento de ABC de los jueves el 1 de mayo)

Hace unos bastantes años leí el libro otro cisterciense: Tomás Merton “La Montaña de los siete círculos” ( (1948) de carácter autobiográfico. Me entusiasmó. El libro como otros ha desaparecido de mi biblioteca.

Tomás Merton (1915 – 1968) norteamericano converso al catolicismo, ingresó en la Trapa en 1941, sus obras tuvieron un fuerte impacto en la vida intelectual de los Estados Unidos. Su obra, conocida alrededor de 1950, por Ernestina Champourcin, influyó poderosamente en qu ésta recobrara su fe, nuna perdida del todo.