11 abril, 2008

Siembra

Me llena de alegría saber que “todo lo que se siembra, se recoge”.

No me viene mal saber que “ el que siembra vientos. Recoge tempestades”.

Y me parecen muy estimulantes esas palabras de San Agustín sobre la siembra, que recoge “Hablar con Dios”, el libro de Fernández Carvajal, cuajadito de sabiduría y que tanto ayuda a rectificar rumbo, que ahora no puedo transcribir como me gustaría porque no encuentro la cita por más que la he buscado. Así que tengo que conformarme, por confiar demasiado en mi memoria fotográfica en la lectura, en expresar la idea con mis palabras:

El labrador, en esos días de invierno nublados y fríos, tan propensos a que uno se deje llevar por la tristeza y el abatimiento, permanece en el surco sembrando. Sabe que si dejándose llevar por su estado de ánimo abandona la tarea, aunque ahora vea lejanos los frutos, luego no tendrá nada que recoger. Mira al cielo que parece cerrado, agacha la cabeza sobre la tierra y sigue…

Cuando lo que se siembra es la palabra de Dios, o de los santos, o de los muchos sabios que en el mundo han sido – que no han dejado de beber en aguas que saltan hasta la vida eterna – lo que se siembra da fruto abundante. Y una vez más, unas palabras de la Escritura: “Electi mei, non laborabunt frustra”.