Amigos
Cuando Juan Antonio Vallejo-Nágera estaba desahuciado por el cáncer, fue a ver a su amigo, desde los 21 años, el torero Luis Miguel Dominguín a su finca de Andujar, la excusa una montería en la que iba a tomar parte, la realidad era otra que adivinó nada más verlo la mujer de Dominguín: “Ya se a lo que vienes, Tu no vienes a cazar”. Así fue no cazaron ninguno de los dos, dejaron las escopetas y anduvieron por el valle. El psiquiatra dijo al torero:
“ –Mira Miguel, no te voy a pedir que cambies de vida, no te voy a pedir que dejes de beber…Sigue como estás ahora que estás hecho un desastre, pero te voy a decir una cosa.Yo se que me voy a morir pronto y Dios me ha dado la gracia de recobrar mi fe de la infancia la misma que tuviste tú, porque tu madre te la enseñó, y tus hermanas la siguen teniendo. No te voy a pedir que vayas de ejercicios. Solo que le digas a la Virgen: “Virgen mía ayúdame a entrar. Dios mío, perdóname”. Y te va a bastar con eso porque la Virgen te escuchará. Luis Miguel se quedó muy conmovido…”
Y tras emocionarse y sollozar recordando al amigo rec continua contándonos Vallejo-Nágera en el libro “La puerta de la esperanza” que al alimón escribió con Jose Luis Olaizola dos meses antes de morir.
“ –Mira Miguel vas a rezar conmigo media Avemaría, solo la segunda parte, Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores…
que tu lo eres de narices…ahora y en la hora de nuestra muerte, amén. Hazme un favor júrame que esa Avemaría la vas a rezar todas las noches. “Yo no juro”, me dijo él, “yo prometo y te lo prometo. Pero como es muy cabezota y nunca quiere dar su brazo a torcer, añadió: “Te la rezaré a ti y como un fandango”. Me da igual tu rézala cuando te acuerdes de mí y bastará. En ese momento nos dimos un abrazo, pero me resbalé del caballo,y en lugar de abrazarle a él me abracé al cuello del caballo; él me quiso sujetar y los dos acabamos en el suelo, y sentí sus lágrimas como garbanzos sobre mi cuello.”
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