04 abril, 2008

Estopa

Hay dos refranes que solía decir mi madre cuando sus hijas eran casaderas. Uno: “Entre santa y santo, pared de cal y canto” y otro : “El hombre es fuego y la mujer estopa, viene el diablo y sopla”. Sabios refranes que, a fuerza de oírlos, dieron su fruto cuando tenían que darlo. Los he recordado esta mañana al leer en el Eclesiastés: “ Por la belleza de la mujer se perdieron muchos, junto a ella el amor se inflama como el fuego”. ¿No será oportuno traer ambos a colación hoy que en el mundo del trabajo andan hombres y mujeres juntos y a veces revueltos? Los tiempos son los que son, y hay que vivir en ellos. Pero entre el burka y la desenvoltura o la falsa inocencia, sería bueno que se instalase la virtud de la prudencia. Virtud, sin la cual, ninguna virtud lo es. Pero continúa diciendo el Eclesiastés: “Junto a mujer casada no te sientes jamás, a la mesa con ella no te huelgues con vino, para que tu corazón no se desvié hacia ella y en tu ímpetu te deslices a la ruina”. Palabras verdaderas, hasta en su amplio sentido literal. Todos conocemos más de un caso en el que a la ruina moral sigue la ruina económica. Siempre me ha dado pena el ver a mujeres jóvenes revoloteando junto a hombres maduros con poder. Hombres, importantes, de la política de la empresa o de cualquier otro sitio. Se me han hecho presentes las esposas de esos hombres y me he solidarizado con el disgusto que sentirán al verlos tan “bien” acompañados. Quizá tengo muy claro lo de la estopa y el diablo.