De François Mauriac

En su célebre Vida de Cristo, François Mauriac escribió:

“¿He de confesarlo? Si no hubiese conocido a Cristo, Dios sería para mí un vocablo vacío de sentido. Salvo una gracia particularísima, el Ser infinito me resultaría inimaginable, impensable. El Dios de los filósofos y de los eruditos no ocuparía ningún lugar en mi vida moral. Fue necesario que Dios se sumergiese en la humanidad y que, en un determinado momento de la historia, en un determinado punto del globo, un ser humano, hecho de carne y de sangre, pronunciase ciertas palabras, cumpliese ciertos actos, para que yo cayese de rodillas”

No he leído la Vida de Cristo de Mauriac, nunca me ha interesado. No leería una Vida de Cristo que no estuviera escrita por un santo o por alguien que se tomaba la santidad en serio. Leí y me gustó el “Jesucristo” de Kart Adam, al que tradujo Pablo VI, y que actualmente está descatalogada. Me gustó igualmente el “Conocer a Jesucristo “ de F. Sheed, y converso y con sentido del humor y disfruté mucho, cuando era treinta añera la “Vida de Jesucristo” de Brucberger, como ya dije al inicio de este “blog”.

Pero estoy de acuerdo con este comentario de Mauriac que he encontrado en un libro de Julián Herranz, para mi interesante, por lo mucho que aporta a la historia de unos años que he vivido y a la historia de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y San Josemaría Escrivá, gente santa que está en mi corazón y en una u otra medida ha impulsado mi camino.

El libro es: “En las afueras de Jericó” y de él espero transcribir algo.