Sin rumbo
Siempre había andado mucho y últimamente me había apalancado bastante. Mala historia: sube el colesterol y no puedes comer de nada. He vuelto a mis andadas. Por otro lado siempre encontré bastante tonto – si se me permite decirlo – eso de andar y andar por el solo hecho de hacerlo. Andar sin rumbo, ya sea recorrer el antiguo cauce del río o llegar hasta la Avenida de Francia.
Acabo de venir de un largo y bonito paseo, pero tenía rumbo. He ido al Colegio de las Esclavas para hacer una visita al Santísimo, expuesto allí bastantes horas. Por el camino, el paisaje de mi juventud yendo a la Facultad. Entonces me gustaba contemplar los árboles recién podados, pisar hojas de otoño y mirar al cielo, lugar que siempre descansa no solo la vista sino el corazón entero, cuando tenía a juzgar por los hechos, un largo camino por delante. Ayer no sabía, pero si sabía, que “El cielo proclama la gloria de Dios…” Hoy me he alegrado de que mi andadura, además de agradecida nostalgia ( confieso como Neruda que he vivido) tuviera una finalidad. Ver al Señor en la Custodia y rezar un poco.
He visto, una vez más la suerte de tener Iglesias y a ser posible hermosas, Y también Iglesias abiertas a cualquier hora. Porque Él se ha quedado allí, además de para que nunca nos sintamos solos, para que podamos ir a verle. Para darnos un motivo, cuando ya somos mayores, para salir de casa. Emociona pensar el gran rosario que forman los numerosos sagrarios de Valencia. En la noche son como estrellas que la guardan, que la defienden de todo peligro. Durante la noche, se pueden recorrer con la imaginación entre sueño y sueño, los que tenemos cerca: el de mi parroquia, el del Coilegio de Guadalaviar, el de los Marianistas, el del Colegio Mayor de la Asunción, el del Centro del Opus Dei de Ramón Gordillo, el de la Parroquia de San Pascual Baylón, el de la Facultad de Medicina, el de las Esclavas…
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