03 marzo, 2008

Conservadores

Se cansa una de que en “los medios”, que más bien parecen fines por lo doctrinarios, se utilice el término “conservador”, como sinónimo de “apolillado”. A los llamados “conservadores”, como mucho, se les perdona la vida. Como si hubiera que avergonzarse de querer conservar lo bueno, de ser sensato. ¿Qué hacemos, conservamos las pinturas de Velásquez y la poesía de Lope, o pasamos de ellos como productos de tiempos ya superados? ¿ Y con la Misa según San Mateo o las Cuatro Estaciones? ¿No es de sentido común conservar los valores ya sean estéticos, morales o materiales? A quienes han arremetido, con pico y pala, a cuanta belleza, espiritual o material se ha producido en nuestra larga y jugosa historia, siempre se les ha llamado bárbaros. Pretender hoy hacer tabla rasa de un pasado que ha producido el Siglo de Oro, la Catedral de Burgos y la Generación del 98, por ejemplo, y llenarse la boca con el futuro y el progreso sacándose de la manga principios morales que chocan frontalmente con él, es insensato por no decir suicida. A George Steiner, Premio Príncipe de Asturias del 2001, pertenecen estas palabras:
“Si uno goza de libertad para elegir su propia compañía, la de los creyentes es de una distinción abrumadora. Descartarla, atribuir a sus percepciones una fuerza meramente retórica o arcaica, supone dejar fuera la mayor parte de nuestra civilización.”