09 marzo, 2008

“El Racó”

Este fin de semana lo he vivido en “El Racó”, una simpática casa de cursos de retiro que lleva el Opus Dei. Silencio, oración, liturgia, lectura…Muchas mujeres juntas, algunas de la Obra, otras no algunas maduras e incluso ancianas, otras jóvenes, capaces de pasarse en silencio y rezando bastante, casi tres días. Ellas y otras como ellas, son quienes consiguen que éste mundo siga y no acabe de volverse loco. Las pobres mujeres que rezan… Ellas lo saben, o por mejor decir lo intuyen y ahí están. Me acuerdo de que el Papa Juan Pablo II hablando de la mujer decía: “su ternura, su generosidad incansable…”

Cuando ya al final hablamos un poco unas con otras, te enteras, como de pasada, de las a veces duras peripecias por las que algunas de ellas han pasado, su heroísmo sin alardes … Llegamos sin conocernos unas a otras, pero hemos rezado muchas horas juntas y ello facilita la confidencia. Es una confidencia entre hermanas. Dicen que los romanos, cuando hablaban de los primeros cristianos se decían entre sí refiriéndose a ellos: “mirad como se aman”. Dios une al personal, el pecado separa. Creo que era San Juan evangelista quien decía: “Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos”.

Ayer, 8 de marzo ( día de la mujer trabajadora) di a todas una charla, sobre
la obligación que un cristiano tiene de ser apóstol. Gustó mucho. Se rieron y salieron alegres. La había preparado bastante pero sobre todo es un tema que vivo. ¿Cómo puede uno guardarse para sí mismo y no compartirlo aquello que da sentido a la vida y la lleva a plenitud?. Arranqué con esta frase de Pascal:

“ Sólo existen dos clases de personas razonables: las que sirven a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen”

De cuanto dije, contaré algo aquí para mis “amigos invisibles”