16 diciembre, 2007

Si ellas no rezan…

Si ellas no rezan, ellos se desorientan. Es algo en lo que he pensado muchas veces y he dicho también de una u otra forma. Es viejo como el mundo: “Eva comió del fruto prohibido y le dio a comer a Adán..” Que la mujer es la estrella del hombre, además de una imagen poética, rtesponde a la realidad. Es su buena o mala estrella. Y todo esto viene a cuento porque he leído una pequeña semblanza de León Bloy, del que hace tiempo quería saber algo y me he encontrado con estas palabras que le dijo su madre, cuando tenía algo menos de veinte años: “ Sufres, eres desgraciado; ¿por qué has rechazado la fe de tu niñez?. Tu corazón necesita un centro que nunca encontrarás en la tierra”

León Bloy, que moralmente se define como “bobo, tímido, ambicioso, meláncolico y brutal” “casto como los prisioneros y los marineros”, con ansias enormes de mejorar el mundo, socialista anárquico y anticlerical, encontró su centro, le ayudó a ello un amigo, Barbey d´Aurevilly. El día de San Pedro de 1869, en la Iglesia de Santa Genoveva, se arrodillaba ante un confesor. Era el retorno. En una novela suya “La mujer pobre”, hablaría de él : “Alguien más fuerte que él lo había cogido por el cuello a una casa de fuego. Se le había arrancado el alma y machacado los huesos…se había hecho de él como una álmaciga, una especie de arcilla que un Obrero, suave como la luz amasó de nuevo. Por fin se le arrojó de cabeza a un viejo confesonario cuya madera crujió bajo su peso”. Encontrar su centro no impidió que llevara una existencia dura. Su conversión, como suele pasar trajo otras: la de Jacques Maritain y su esposa Raisa. León Bloy dice en algún lugar de su obra: “ Una alma entregada a su propia nada no tiene más recurso que la imbécil gimnasia literaria de formularlo”.

(“Siete escritores conversos” Carlos pujol Ed. Astor)