08 diciembre, 2007

Había una vez...

Había una vez una mocita que frente a una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, le preguntaba cada noche: “Virgencita, ¿casadita o monjita?”. Aunque no obtenía ninguna respuesta, no dejaba de hacer la pregunta todos los días. Pasaron años y ella seguía preguntando: “Virgencita ¿casadita o monjita?”. Hasta que una noche, tenía ya cuarenta y cinco años, al hacer otra vez la misma pregunta, al Niño Jesús le dio pena y decidió contestarle: “monjita, monjita”. A lo que ella airadamente respondió: “Tú cállate que estoy hablando con tu madre”

Hay veces que no oímos lo que el Señor espera de nosotros porque no queremos hacer su voluntad ( como pedimos en el Padrenuestro) sino que Él haga la nuestra.

Lo que ahora cuento, es real. Pasó en Lourdes. Una madre con su hija fueron allá para que la Virgen curara a ésta. La madre le había dicho a la niña, que Jesús nunca dejaba de atender lo que le pedía su madre. La niña cuando en la Bendición de los enfermos el sacerdote pasó por su lado bendiciendo con la custodia la niña gritó: “¡Si no me curas, se lo diré a tu madre¡”. El sacerdote, al oírla, se sintió conmovido y cuando acabó de pasar por la hilera de enfermos, volvió donde estaba la niña para bendecirla otra vez. Ella volvió a decir: “¡Si no me curas, se lo diré a tu madre¡”. La niña se curó.

Son cosas que estos días he oído en la novena de la Inmaculada y que no me resisto a dejar de contar.