La pata quebrada
“La mujer casada, la pata quebrada y en casa” decía un refrán cuando yo era niña. Seguro que hoy está obsoleto y ya no figura en los manuales. Sin embargo hoy, día de Nuestra Señora de Loreto, recuerdo del hogar de la Virgen María, que si estaba en casa y si se dedicaba a sus labores, he mirando, mientras cuidaba a mi nieta pues había salido su madre, un libro de Vermer. Que hermosas y entrañables esas escenas hogareñas en las que siempre encontramos mujeres. Mujeres jóvenes, respetables matronas, mujeres embarazadas, otras mirándose al espejo, bordando en grandes bastidores, mujeres entre barreños en su cocina con cofias y delantales blancos, o recibiendo un pálido rayo de sol junto a un bello ventanal emplomado… Mujeres en fin caldeando y dando vida a las suntuosas o humildes estancias. Nos gusta verlas. Nadie diría que su presencia allí es inútil y carece de valor. Nadie, con sentido común.
Ahora las cosas no son así. A veces los niños tienen la llave de casa porque su madre no está y por compañía el televisor… ¿es eso progreso? ¿hacia dónde? Quienes hemos disfrutado de la presencia materna en el hogar y además hemos podido ver crecer día a día a nuestros hijos, a los que hemos podido contar cuentos, llevarlos al parque y aburrirnos con ellos – que también el aburrimiento educa - , darles un cachete cuando lo estaban pidiendo a gritos, y un achuchón cuando se habían caído al suelo, hemos contribuido a criar chicos sanos, alegres, estudiosos o deportistas. Hombres y mujeres de bien, con los que se puede vivir y a los que es mucho más difícil manipular. Ah¡ y hemos ahorrado mucho, mucho dinero a la Seguridad Social
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