Marxismo
Leyendo hace días “Vivir cara a Dios y cara a los hombres”, una homilía de San Josemaría Escrivá, del 3 –XI - 63 me encontré con lo que ahora transcribo:
“Hemos de sostener el derecho de todos los hombres a vivir, a poseer lo necesario para llevar una existencia digna, a trabajar y a descansar, a elegir estado, a formar un hogar, a traer hijos al mundo dentro del matrimonio y poder educarlos, a pasar serenamente el tiempo de la enfermedad o de la vejez, a acceder a la cultura, a asociarse con los demás ciudadanos para alcanzar fines lícitos, y, primer término, a conocer y a amar a Dios con plena libertad, porque la conciencia – si es recta descubrirá las huellas del Creador en todas las cosas.”
“Precisamente por eso, urge repetir – no me meto en política, afirmo la doctrina de la Iglesia – que el marxismo es incompatible con la fe de Cristo. ¿Existe algo más opuesto a la fe, que un sistema que todo lo basa en eliminar del alma la presencia de Dios? Gritadlo muy fuerte de modo que se oiga vuestra voz: para practicar la justicia no precisamos del marxismo para nada. Al contrario, ese error gravísimo, por sus soluciones exclusivamente materialistas que ignoran al Dios de la paz, levanta obstáculos para alcanzar la felicidad y el entendimiento de los hombres.”
Tuve la suerte de leer estas cosas cuando el marxismo gozaba de prestigio entre los intelectuales. Ahora ha caído, como han ido cayendo tantas y tantas ideologías a lo largo de la historia. Una vez más se han cumplido esas palabras de Jesucristo dirigidas a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo”.
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