Día de Navidad
Comida con Quino y Juan, sobremesa, siesta cuando se han ido – cansancio de buen cenar y buen comer, de los nervios de la preparación, de la preocupación porque no salte esa chispa entre los comensales, porque donde la mujer pone amor el demonio mete el rabo – y después la cocina hecha un zafarrancho y antes que la pereza y la melancolía, presenten batalla: rezar el rosario ante mi acogedora cueva de Belén. Yo sigo con excelentes resultados el consejo del Apóstol Santiago: “ ¿Hay entre vosotros alguno triste? Haga oración”. Lo sigues, y se ven las cosas de otra manera. No en valde los discípulos le dijeron al Señor: “Señor, enséñanos a orar”. Él era Dios y ellos veían su cambio cuando venía de estar a solas con su Padre.
“Y sucedió – nos dice San Lucas - que estando allí se le cumplió la hora del parto. María envolvió a Jesús con inmenso amor en unos pañales y le recostó en el pesebre.
“La Virgen tenía la fe más perfecta que cualquier otra persona antes o después de Ella. Y todos sus gestos eran expresión de su fe y de su ternura. Le besaría los pies porque era su Señor, le besaría la cara porque era su hijo. Se quedaría mucho tiempo quieta contemplándolo.” (“Hablar con Dios”, Fernández Carvajal, tomo 1)
Y así me quiero quedar yo. Mirando a Jesús sobre las pajas. San Josemaría decía que “hay que entender las lecciones que nos da Jesús desde Niño, desde que está recién nacido, desde que sus ojos se abrieron a esta bendita tierra de los hombres”.
Me voy a recoger la cocina antes de bajar a misa de 8. Cantraré villancicos mientras lo hago.
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