20 diciembre, 2007

Cuando se pone orden…

Cuando se pone orden encuentra uno muchas cosas. Entre los innumerables ( como los mártires de Zaragoza) papeles que he escrito en esta vida, muchas veces difundiendo lo que otros acertadamente han dicho, he encontrado uno que publiqué en el Diario de Teruel el 3 de septiembre de 1996. Se trata de un soneto de Carlos Murciano. Aquí está:

SOY UN MUÑECO QUE SE MUEVE
EN LA PALMA DE TU MANO

Las cosas claras, Dios, las cosas claras
¿Acaso te pedí que me nacieras,
que de de dos voluntades verdaderas,
de barro y llanto, Dios, me levantaras?

¿Acaso bte pedí que me dejaras
en mitad de la calle –en las aceras
se apiñaba la vida – y que te fueras
y que con tu desdén me atropellaras?

Palabra que no se por lo que peco.
Palabra que procuro, más en vano,
llenar tu hueco, rellenar mi hueco.

Pero soy nada más Carlos Murciano.
Ni hombre ni nada, Dios, solo un muñeco
que se mueve en la palma de tu mano.

(Desde la carne al alma. Hablando claro)

Habría que decirle a Carlos Murciano que Dios no se fue, que siempre estuvo allí. Pero probablemente, él lo sabe.

De todas formas no renuncio a transcribir algo de interés:
“¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidare, Yo no me olvidaré de ti”. Lo dice Isaías no se donde. No va una a saberlo todo.