21 noviembre, 2007

Todo está previsto

Hoy 21 de noviembre se cumplen cincuenta años de la erección de la Iglesia en que me casé: Nuestra Señora del Remedio. (por cierto, dice San Agustín que uno de los fines del matrimonio es el “remedio” de la concupiscencia, pero no voy a ir por ahí). Así que el 21 de noviembre de 1957 (cuando yo tenía 17 años), cuatro días después de morir mi padre y un año antes de que conociera al que sería mi marido, Dios ya me preparó la Iglesia. Se valió para ello del Sr. Arzobispo D. Marcelino Olaechea que creó nuevos templos para una Valencia en desarrollo y de un Arquitecto joven y competente: D. Vicente Valls Abad. Los dos tendrían su papel en mi vida.

Respecto a D. Marcelino, vino al Colegio un año a visitar la exposición de muñecas que se rifarían en la Tómbola de Caridad. Y al verlo corrí como otras niñas a besarle el anillo episcopal, que era una hermosa amatista. Y tengo una foto a su lado, en la susodicha Tómbola, a los trece años con mi cesto de boletos delante y mi cara de buena. En cuanto a Vicente Vallas Abad, en fechas recientes, he compartido con él una columna que semana sí semana no escribíamos uno u otro en el “Aleluya” boletín del Arzobispado.

Un 21 de noviembre, festividad de la Presentación de María en el templo
“se presentó” mi madre a vivir en mi casa. Fue una mujer valiente que resistió viviendo en su casa sola hasta los 85 años. La recta final fue dura.
Felizmente olvidamos la dureza, y nos quedan los buenos recuerdos. Agradezco a Dios que pudiera “cubrir aguas” y mi madre muriera en mi casa, arropada por el cariño de todos y no en una fría clínica. Murió dulcemente el domingo 4 de febrero de 1990, a las diez de la mañana. El domingo celebramos los cristianos la Resurrección