17 noviembre, 2007

¿Por qué envejecemos?

¿ Hace poco salió en televisión Kirk Douglas. Es un ancianito decrépito en el que es imposible imaginar que pudo ser Espartaco o el protagonista de “Cautivos por el mal”.
Se cumple el cuento de la Cenicienta: ( el gran papel educativo el de los cuentos de siempre). “A las doce de la noche – le dijo el hada madrina a Cenicienta – la carroza se convertirá en calabaza, los caballos en ratones y tu hermoso vestido en andrajos”. Con el paso del tiempo, no somos ni la sombra de lo que fuimos. La vejez, y el cambio de imagen, es una de las grandes pruebas de la vida. No se si para la mujer, ésta es o no mayor que para el hombre. “Cada mujer tiene, de mayor, la cara que se merece” me dijo una vez a un varón. Y me explicó el aserto. Explicación innecesaria pero inevitable, porque es propio del hombre hacer a la mujer menos inteligente de lo que es, olvidando que a él lo educó su madre. Al menos antes así era. Pero vuelvo al tema. “Envejecemos porque nos oxidamos”, ciencia de divulgación. Como si eso explicara algo. O como si nos fuéramos a conformar con eso. Me convence más la explicación que me dieron en el catecismo: “el dolor, la enfermedad, la vejez y la muerte, son consecuencia del pecado de nuestros primeros padres”. Éstos nos transmitieron la inclinación a la pereza, a la envidia a la vanidad, etc, etc , lo mismo que nos transmitieron las orejas. Desde entonces, como dijo Job, es milicia la vida del hombre sobre la tierra. Pero ya que hay que dar la cara, tratamos de proteger ésta de los agravios del tiempo. Y como Dios no envejece, y acabamos pareciéndonos a lo que contemplamos, puede que sea un buen consejo para ello, el que da la Escritura: “Sí, tu rostro Señor es lo que busco; no me ocultes tu rostro.”. Creo que la vejez hace patente al hombre el señorío de Dios.