Versos que acompañan
Mi madre a veces, cuando estaba de buen humor, canturreaba alegremente:
“Ya sale la luna vomitando estrellas
¡ uyu yuyuyuy que bellas¡
Este chico dará un óptimo fruto
uyu yuyuyuy que bruto”
Revoloteaba esta pequeña estrofa en mi cabeza el otro día, a la vez que algunos versos sueltos del padre Cué, que estaba de moda cuando yo tenía dieciséis años.
“Por estas culpas secretas,
pido público perdón
Señor, yo he sido un ladrón
consumado de violetas”.
Luego, con mis cuatro hijos pequeños, Serrat y Paco Ibáñez,
hacían realidad lo que escribió no se si Celaya o uno de su camada:
“Poesía para el pobre
como el pan de cada día
como el aire que exigimos
trece veces por minuto”
Pues eso. Que cuando los niños tienen jóvenes neuronas, es bueno que se alojen en ella lo que los hombres han sabido extractar, para conmover, o para hacer reír. Como cuando Carlos Arniches puso ese simpático título
A una obra teatral: “El sofá, la radio, el peque y la hija de Palomeque”.
Figuraba en la biblioteca de mi padre, como obras de los Quintero y de Muñoz Seca. ¿Habría dinero para pagarle a Muñoz Seca “La venganza de Don Mendo?
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