12 abril, 2007

Ángeles

Hace muchos tiempo que conozco a Ángeles. Vino a mi casa de asistenta, natural de
Palma del Río (Córdoba) sin estudios, pero sabia, como cabría esperar de la tierra de Séneca. Eran ocho hermanos y a los nueve años ella estaba trabajando en el campo con el pequeño agarrado a su cadera. En Masamagrell, ya casada y madre de tres hijos se ganaba la vida bordando a máquina juegos de sábanas y mantelerías, pero lo dejó. La gente cada vez encargaba menos ajuares de novia y el cobro de ellos era problemático. Era más rentable limpiar casas por horas. En nuestra convivencia de señora y doméstica, cada una midió a la otra: “¡Que poquita fuerza tiene usted¡” me dijo un día. No me hizo gracia pero me callé, pensé: “Bastante más de la que tu te piensas”. Con los años me gané su respeto y su cariño y hoy somos amigas. Ángeles, quizá como buena andaluza tiene un fino sentido de la piedad, sensibilidad religiosa. Nuestras conversaciones a veces cumplen el consejo de San Pablo: “exhortaos mutuamente” Y ocurre que muchas veces ella, como para zanjar un tema en el que ambas estamos de acuerdo, dice de modo convincente: “Dios es infinitamente misericordioso”. Entonces a mí me gustaría poder filmar su expresión y su voz porque contarlo no es lo mismo. Entonces echo de menos el cine, su inmediatez y su capacidad de transmisión, cuando consigue dar en el clavo. .

Anoche volví a ver y disfrutar “El festín de Babette”. La amistad de Babette – en otro tiempo Chef de un afamado restaurante de París: “se que puedo hacerlos felices cuando doy lo mejor e mi misma” – con las dos hijas de un pastor protestante a quienes, por circunstancias, sirve de criada en un pueblecito de Jutlandia en la costa oeste de Dinamarca, está llena de religiosidad, de respeto, de cariño y de encanto. Babette que se ha dejado enseñar pacientemente por ellas a desalar bacalao y hacer pan de cerveza las sorprende, a sus expensas, con un banquete increíble en el que no falta ni la sopa e tortuga, ni las codornices en sarcófago, ni los vinos de marca, ni el más refinado servicio de mesa que ha hecho traer expresamente de París.