18 abril, 2007

Desvelo

Está noche me he desvelado y me he encontrado recordando ese salmo que dice (cito de memoria) “ Dichoso quien confía en el Señor / será como un árbol plantado al borde de la acequia / en tiempos de sequí no se marchitan sus hojas / y cuanto emprende, tiene buen fín”. Luego continúa: “No así los impíos, no así / serán como paja que arrebata en vinto ..” y luego me acordé de Joseph Conrad, quzá porque ayer, antes de devolverlo a la biblioteca, tomé unas notas de su libro “El copartícipe secreto” y del ensayo que sobre Joseph Conrad trae el libro. “El copartícipe secreto” me gustó y me quitó un poco el mal gusto que me produjo, hace tiempo, la lectura de “El corazón de las tinieblas”, obra que terminé por amor propio. Joseph Conrad, polaco nacionalizado inglés y escritor consagrado en esa lengua tenía un rostro noble. Además se quedó sin padre y sin madre desde los 11 años, ello y el tiempo a conocerle me hace sentir simpatía por él por eso me lamento estas palabras suyas en carta a un amigo:

“No hay moral, ni conocimiento, ni esperanza: solo la conciencia de nosotros mismos que nos empuja a un mundo que tanto si lo vemos en un espejo cóncavo, como en una convexo es impávida y fugaz apariencia”.
Los personajes de Joseph Conrad, que estuvo veinte años navegando, y mucha belleza tuvo que ver( “ Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento la obra de sus manos”) consideran este mundo como un simple espectáculo. No creen en el concepto ético del universo. Dando un salto en el tiempo me voy a nuestro Siglo de Oro y dentro de él a Calderón de la Barca: sí el mundo es un espectáculo, es “El gran teatro del mundo”, pero hay un Autor y unos intérpretes y al final un gran reparto de Premios, un Juicio. Mientras la obra se representa, los actores oyen la voz del apuntador bajo el tablado. Es la voz de la Gracia que repite: “Ama al otro como a ti / y obra bien, que Dios es Dios:”